Perdón: Cómo pedir perdón y saber perdonar
Perdonar es despojarse del enojo y la tristeza o aquella sensación negativa del motivo que lo generó. Dichas emociones surgen como un acto de protección cuando nos sentimos afectados, pero no podemos detenernos en ella porque terminaremos dañados.
El querer perdonar es una decisión que genera responsabilidad ya que cuando digo “te perdono” estoy apostando. Lo más sano es no volver una y otra vez sobre aquello que se perdonó. El único resultado será una relación enferma o una queja constante que nos ubica en el lugar de víctimas. En ese caso dicho perdón no fue genuino.
El poder perdonar implica entender que no todos tenemos los mismos modos de ver el mundo ni la misma escala de valores y es por ello que cada ser humano es diferente al resto. Muchas veces las personas dañan sin darse cuenta, sin tener una intención negativa y eso hay que saber discriminarlo.
Perdonar no es negar ni minimizar lo sucedido, es un acto de fortaleza, madurez y valentía. No significa quedarnos en el mismo lugar, sino soltar esos sentimientos negativos. Se puede perdonar a alguien que hizo mucho daño, pero también decidir tomar distancia. Es más bien un acto liberador para uno mismo.
Pedir perdón
Es saber comprender que he dañado al otro y poder disculparme en una comunicación asertiva. ¿En qué momento debo acercarme para pedir perdón?
Es un acto de valentía siempre y cuando sea sentido, donde realmente se trasmiten las ganas de reconocer aquello que dañó y demostrar las ganas de revertir la situación.
Es importante destacar el hecho de estar alerta frente a aquella persona que se enoja bajo cualquier circunstancia, ya que ahí el enojo se convierte en una acción manipuladora.
Para poder pedir perdón primero hay que perdonarse y no estar culpabilizándose por aquella acción que hemos cometido.
Ser perdonado
Es una oportunidad para demostrar una actitud de cambio y reconstruir la confianza dañada. Si logramos vivir esta situación como una crisis, una vez traspasada habremos logrado un aprendizaje de vida.
Dejar ir nos permitirá relacionarnos sanamente con el otro y con nosotros mismos y no caer en la trampa de volver una y otra vez al pasado.
La vida es un aprendizaje, todos tenemos derecho a equivocarnos. Lo importante es ser conscientes de que nuestros actos tienen consecuencias, saber pedir disculpas en el momento adecuado y con convicción para no volver a caer en la misma trampa.